La alimentación en la Enfermedad Grasa Hepática tiene un papel preponderante.
Las recomendaciones actuales incluyen la disminución del peso corporal y la modificación de la dieta. Es importante evitar la perdida de peso rápida o las subidas y bajadas del mismo con frecuencia (conocido efecto yoyo ).
Si existe un problema de sobrepeso u obesidad lo ideal es buscar una dieta adecuada a
las características personales de cada uno, que le ayude a perder peso de una manera gradual y que posteriormente pueda mantener esa perdida de peso.
Dentro de las modificaciones podemos mencionar un menor consumo de calorías (dieta hipocalórica), aumento del consumo de fibra, disminución del consumo de hidratos de carbono simples, menor consumo de grasas saturadas, mayor consumo de grasas omega 3 y suprimir totalmente el consumo de bebidas alcohólicas.
Incluir la fibra dietética, que encontramos en cereales integrales (arroz integral, pastas
integrales, avena, pan integral), frutas y verduras dentro de la alimentación habitual es recomendado debido a su capacidad para disminuir el colesterol en sangre y producir un retraso en el incremento de la glicemia que trae como consecuencia una menor liberación de insulina por parte del páncreas , ayudando de esta forma a controlar la resistencia a la insulina.
Por el contrario, los hidratos de carbono simples, que encontramos en azúcar, fructosa, miel , mermelada , productos de pastelería ,helados , bebidas gaseosas y en general todos aquellos productos que contengan azúcar entre sus ingredientes , producen un rápido incremento de la glicemia que trae como consecuencia una mayor liberación de insulina
por parte del páncreas que favorecerá el deposito de mayores cantidades de grasa en el hígado, lo que agravará esta enfermedad.
La grasas saturadas se encuentran principalmente en productos de origen animal, tales
como, mantequilla, lácteos enteros, quesos maduros, embutidos, fiambres y cortes de carne grasas ( lomo vetado, costillar de cerdo,cordero ). Está claramente establecido que dietas con un elevado aporte de grasas saturadas aumentan el deposito de grasas en
el hígado , junto con un aumento de los factores de riesgo cardiovascular, como disminución en la sangre del colesterol HDL (colesterol bueno ) y aumento del
colesterol total y LDL (colesterol malo).
Los ácidos grasos omega 3 son un tipo de grasa poliinsaturada que encontramos principalmente en animales marinos, tales como pescados y mariscos, aunque también los encontramos en algunos alimentos de origen vegetal como aceite de canola y frutos secos como nueces y almendras.
El efecto positivo de estas grasas en la dislipidemia y resistencia a la insulina, ha sido
ampliamente demostrado, por lo que este componente de la dieta debiera estar presente en la alimentación del paciente con hígado graso no alcohólico por medio del consumo de pescados o mariscos 2 a 3 veces por semana y el uso diario de aceite de canola o el consumo de 3 a 4 nueces.
Otro tipo de grasa saludable que puede reportar un beneficio en el tratamiento dietario del
hígado graso no alcohólico, son las grasas monoinsaturadas que podemos encontrar en alimentos como el aceite de oliva, aceite de canola, aceitunas y palta. Este benefiio ha sido claramente demostrado cuando el consumo de estas grasas se reemplaza parcialmente la ingesta de grasas saturadas.
Tener además siempre en cuenta que los antioxidantes como la vitamina A, C, E y el
selenio, pueden colaborar en evitar una degeneración celular.
Otros consejos:
Evitar o al menos no abusar de medicamentos como los antiinflamatorios, analgésicos o anticonceptivos.
Realizar ejercicio físico favorece la perdida de peso y el equilibrio metabólico
Reducir los niveles de estrés en la medida de lo posible.
Los ácidos grasos Omega-3 y las grasas monoinsaturadas deben estar presentes en el menú diario