La enfermedad de Crohn es un proceso inflamatorio crónico del tracto intestinal, cuyas causas se desconocen, aunque se sabe que hay ciertos factores genéticos, infecciosos e inmunológicos implicados en su aparición y desarrollo. En este último sentido, algunas investigaciones han mostrado que en la enfermedad inflamatoria intestinal, las defensas del cuerpo actúan en contra de los componentes del mismo cuerpo, que son atacados como si fueran elementos extraños, y esto provoca las lesiones inflamatorias.
Además de estos factores, existen distintas situaciones que pueden desencadenar los brotes en esta enfermedad, como son el estrés, el cansancio, la ansiedad y diferentes situaciones afectivas más o menos intensas.
Esta afección actúa casi siempre a nivel del extremo inferior del intestino delgado y el comienzo del intestino grueso, pero también puede ocurrir en cualquier parte del tubo digestivo desde la boca hasta el extremo del recto.
Puede afectar a personas de cualquier edad, pero la mayoría de los pacientes son adultos jóvenes entre los 16 y los 40 años. Sin embargo, algunos estudios han encontrado un segundo pico de diagnóstico de la enfermedad alrededor de los 60 años.
La enfermedad de Crohn suele cursar con brotes, alternando con períodos de remisión y los síntomas pueden ser muy distintos entre un paciente y otro. En cualquier caso, los más comunes incluyen cólicos, dolor abdominal, diarrea, fiebre, pérdida de peso e hinchazón. Otros síntomas pueden incluir dolor anal o secreción, lesiones de la piel, abscesos rectales, fisuras y dolor de articulaciones (artritis).
Actualmente, esta enfermedad no es curable. El principal objetivo del tratamiento es controlar los brotes, reduciendo la actividad inflamatoria y actuando sobre los síntomas expresados por el paciente, y evitar en la medida de lo posible la reaparición de los brotes. Esto se consigue con un tratamiento farmacológico específico basado en antiinflamatorios (al que se recurre para reducir la inflamación y evitar un continuo tratamiento con inmunosupresores), junto con una vida saludable y una alimentación correcta, que son factores esenciales para controlar esta enfermedad.
Por una parte, se conoce que el consumo de tabaco se asocia con una peor evolución
de la enfermedad de Crohn.
Por otra parte, la actividad física en la enfermedad de Crohn incrementa la calidad de vida y aumenta la densidad ósea, sin mermar en la evolución clínica de la enfermedad. Es por ello, que se debe intentar mantener cierta actividad física para evitar la atrofia muscular en los periodos de brote, sobre todo en aquellos pacientes bajo tratamiento con corticoides. Es importante establecer un programa de ejercicio físico personalizado en cada paciente, en función de la edad, la existencia de otras enfermedades y las limitaciones debidas a la actividad de la enfermedad y a la medicación administrada.
En los pacientes en tratamiento con corticoides se aconseja evitar ejercicios que sobrecarguen las articulaciones y las estructuras óseas para evitar complica-
ciones.
La dieta deber ser individualizada según la tolerancia de cada paciente a los diferentes alimentos, ya que se deben suprimir únicamente aquellos que sienten mal. Para comprobar dicha tolerancia, se deben ir introduciendo los alimentos paulatinamente. Así, al introducir un nuevo alimento, éste debe ir acompañado por otros que sienten bien, para ver cuáles son los alimentos que se toleran y cuáles no.
En la enfermedad de Crohn puede ocurrir que se den carencias de determinados nutrientes, ya que es a lo largo del intestino delgado dónde se produce la absorción de todas las sustancias nutritivas que contienen los alimentos para poder ser aprovechadas por nuestro organismo. Concretamente, si la lesión afecta al duodeno y yeyuno proximal, el riesgo de déficit de hierro y calcio es mayor; si afecta al yeyuno, se puede ver afectada la absorción de ácido fólico y otras vitaminas hidrosolubles, y si es a nivel del íleon, se debe asegurar un aporte adecuado de vitamina B12, grasas y vitaminas liposolubles (A, D, E y K).
Como en otras enfermedades, el gasto energético está aumentado, debido a la inflamación del tubo digestivo, a la fiebre y a la medicación. Esto, junto con la alimentación restrictiva que pueden llevar estas personas por falta de apetito, hace que influya igualmente en el estado nutritivo de la persona, llegando a veces a pasar por estados de anemia y desnutrición.
Recomendaciones generales para pacientes con enfermedad de Crohn:
•La dieta debe de ser amplia, equilibrada y muy variada.
•Se deben evitar las comidas abundantes, intentando distribuir los alimentos diarios en
5 ó 6 comidas, procurando comer pequeñas cantidades.
•Es importante masticar bien, comer con calma y reposar después de las comidas.
•Se debe cocinar utilizando preparaciones poco grasas: hervidos, papillote, plancha,
horno, grill, parrilla.
•Es recomendable beber abundante líquido (2-3 litros de agua al día)
•La dieta deberé estar lo más exenta posible de fibra insoluble. Se debe ir aumentando
poco a poco la ingesta.
•Se deben evitar las grasas transformadas de la bollería, pastelería y precocinados.
•Es importante la toma de alimentos fortificados en vitamina D y pescados.
•El aporte de lactosa debe ser muy bajo en fases de brote severo, y moderado en fases de brote leve (en el caso de que haya dificultades para digerir la lactosa). Es frecuente que se produzca intolerancia a la lactosa por lo que habrá que restringir o eliminar los lácteos. El yogur y los quesos suaves, dado su escaso o nulo contenido en lactosa se suelen tolerar bastante bien a medida que van remitiendo los síntomas. Mientras tanto, se ha de vigilar que se tome calcio en cantidad suficiente a través de productos especiales sin lactosa o de soja fortificada (enriquecida con calcio y vitaminas A y D) o bien añadiendo lactasa (enzima que digiere la lactosa) a la leche.
•Se recomiendan los llamados alimentos prebióticos y aquellos ricos en ácidos grasos omega 3 y 6, que ayudan a restaurar la mucosa intestinal.